Los grandes cambios vividos por la humanidad siempre han llegado tras grandes hitos históricos, generados o no, por la mano del hombre (guerras, revoluciones, desastres naturales etc.).
Y en estos “días raros” (como la canción de mis admirados Vetusta Morla), dos pensamientos dan vueltas en mi cabeza:
- El vuelco en tiempo récord, en una semana prácticamente, que han dado los sistemas de trabajo, en muchos casos de un presencialismo, bajo mi criterio a veces “absurdo”, a la máxima flexibilidad del teletrabajo (con sus pros y sus contras también).
- El cambio de idea en cuanto a la importancia e indispensabilidad de trabajos ¿quién nos iba a decir hace escasas tres semanas que un “simple” cajero de supermercado iba a convertirse en “superhéroe” en la lucha contra un virus? ¿Y qué me decís sobre la importancia de Valentina, la limpiadora de la tribuna de oradores del Congreso, versus todos los políticos que pasan por ese mismo atril?
Está claro que esto va a marcar nuevos hitos en las culturas de empresa y que, más antes que después, será interesante que las compañías hagan un análisis interno sobre las nuevas posibilidades en el entorno laboral y en la experiencia del empleado que se han abierto a causa de la crisis actual.
Esta pandemia ha calado muy profundo en la sociedad y, como tal, irá trayendo cambios de una manera cuasi orgánica pero muy marcados por los siguientes cinco factores:
- Más importancia del equipo, lo que podemos conseguir si todos remamos en la misma dirección. El “encierro” nos ha hecho darnos cuenta de la importancia del conjunto sobre la individualidad. Llevado a términos de cultura empresarial, aprovechemos para buscar la minimización de silos, la mejora de la comunicación interdepartamental
- Mayor conciencia del aporte de cada persona al colectivo, “todos somos importantes, nadie es indispensable”. Tras esta máxima, estamos en el mejor momento para realizar una revisión profunda del liderazgo y adecuación de puestos a las necesidades y a la transformación social actual.
- Compensación más allá del valor económico. Esta idea ya venía escuchándose en los últimos tiempos a causa de los tan afamados milenials, que no solo dan importancia a la contraprestación económica que un trabajo aporta. Un buen horario, adecuado a las necesidades de las personas, una compañía con la que se comparten valores, en la que sentirse valorado y bien acompañado, el ambiente laboral es clave en este punto, hace que las personas estén más “enganchadas” a sus trabajos y las empresas pierdan menos talento (con el correspondiente coste que esto implica).
- Tecnologías para conexión en el trabajo, es decir, teletrabajo. Ese gran imposible para muchos que, de la noche a la mañana, se ha hecho un hueco en salones de gran parte de las casas españolas ¿Nos suena de algo la omnicanalidad? Las posibilidades que ofrece las tecnologías van a merecer un importante trabajo de reflexión dentro de las culturas de empresa.
- La primacía de valores más cercanos al medio ambiente y a la sostenibilidad, a la salud de los empleados, de las personas. Aunque ya se está evolucionando esta crisis es el acicate perfecto para mejorar los espacios de oficinas para convertirlos en más sostenibles y saludables.
En conclusión, las empresas van a tener que hacer grandes esfuerzos en muchos sentidos en los próximos meses, pero no deben olvidar su cultura, como valor diferencial respecto de sus competidores. Y la cultura sin las personas no es nada. La experiencia del empleado es clave para una buena experiencia de cliente, las compañías pueden hacer grandes inversiones en crear momentos maravillosos para sus clientes, pero sin sus empleados en nada quedan. Estamos en un momento para valorar, para volver a crecer, más fuertes y mejores. No desaprovechemos la oportunidad.
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