El sábado vi una película deliciosa, titulada El jefe de Todo Esto. No es una película de la que se puedan sacar conclusiones de marketing, pero si de Management.
Me hizo reflexionar.
Muchas veces en la empresa, hay corderos con piel de lobo. Gente de la que se recela, no se sabe porqué razón, a la que no se da una oportunidad para mostrar como son y demostrar compañerismo, solidaridad y deseo de compartir. Su apariencia, muchas veces marcada por la historia de cada cuál, los prejuicios (a veces, algo tan simple como la vestimenta; otras, la renuncia a participar de corros y corrillos que, típicos de Camara Café, sirven para “no dejar títere con cabeza”), su “aproach”, no agrada al grupo, a veces creado y consolidado hace tiempo, en la empresa. Reciben un trato receloso, en el mejor de los casos, desdén, en otros.
Hay veces que en la empresa existe un líder. Con “autoritas”, o “potestas”. A veces con ambas. Y es frecuente que reciba con uñas y dientes a personas que, recién llegadas, perciben desde el primer día una sonriente enemistad.
Pero la película, en especial, trata de lo contrario: del lobo con piel de cordero. Es muy frecuente ver en la empresa directivos empresariales que son ficticios líderes sindicales. Capataz y sindicalista a la vez. Si la empresa va bien, es a causa de ellos, aunque se cuidan de ponerse las medallas con prudencia, son muy listos. “Soy uno de los vuestros y esto sale bien gracias al equipo que yo lidero”, parece decir, imprescindible. Recela de cualquier liderazgo, no ya alternativo, sino complementario, de quien con práctica y pericia puede arrimar el hombro. Prefiere tardar más en llegar al éxito (incluso correr el riesgo de no tenerlo), pero ser él único con méritos reconocibles. Pero, ay, cuándo tiene que dar malas noticias; en ese caso, siempre busca que otro dé la cara, encargándose, eso si, y con eficacia, de suavizar a sus huestes de la mano de obra. Representa a la dirección (“soy uno de los vuestros”) con los trabajadores. Representa a los trabajadores que comanda (“soy uno de los vuestros”), con los otros directivos. Y azuza (simbólicamente contra otros que participen de la dirección o accionistas que se atrevan, no ya a cuestionarlo, sino a llevarle la contraria en cualquier cuestión menuda) que la masa laboral secunda (cuidada con esmero con pequeños y falsos detalles emocionales, tan absurdamente cariñosos como superfluos) sus juegos, ríe sus chistes y reconoce su esforzado liderazgo. Y en ello está: preocupado por su brillo, el equipo, en realidad, le importa un bledo. No así ser, siempre, el centro. Ah, me olvidaba, lo que dice el espejo también le importa poco: nunca se pregunta si sería amigo de un tipo como él.
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